jueves, 21 de mayo de 2009

Tiempo, sabio destructor


Cuéntame historias que hablen de ti, de tus frustraciones, de lo sola que te sientes. Cuéntame cosas que nunca antes me hayas relatado. Arena, sol, mar… Uno es lo que siente, uno es lo que siente…
Una de las cosas que más recuerdo de la clase de lengua española en el segundo año de mi carrera es que tuve que leer esa novela de Ana Teresa Torres, El exilio del tiempo. Recuerdo que, al final, la protagonista, después de muchas cosas que pasan a lo largo de muchos años, comenta que le entrego al tiempo sus recuerdos más preciados, esos que traía consigo incluso antes de haber nacido y que él se encargó de maltratarlos con sus manos de dedos alargados, con sus uñas, con su actitud destructora y, al final, sólo le devolvió retazos de lo que le había entregado. Vaya, esa es una de las pocas novelas venezolanas que puedo comentar que me ha encantado. Quizás, por el género al que pertenece: la novela histórica. Quizás, porque pensé en aquel entonces, y aún lo mantengo: uno hace eso, cada persona le entrega al tiempo tantos y tantos recuerdos llenos de sentimientos y él es alguien que no sabe cuidar de ellos; no porque no sepa realmente como hacerlo, sino que, no está en él hacerlo. Él sólo se dedica a destrozar, a hacer añicos las cosas que uno le confía. Al menos, esa es su característica más conocida.
Pero, una cosa es lo que hace el tiempo cuando se le entrega un recuerdo, otra, lo que hace con cosas que se tienen hoy en día. Me he dado cuenta de que él actúa de maneras extrañas, al igual que Dios. Por una parte, puede ser despiadado, nada generoso; por otra, puede ser muy bueno y ayudar, en algunos casos.
El tiempo sabe cómo llegar a tornar diferentes las cosas, sabe cómo hacer que amigos dejen de hablarse, sabe cómo hacer que familias se separen, sabe cómo hacer que novios terminen. El tiempo sabe cómo destrozar las cosas, cómo cambiar todo para mal pero, hay que reconocerlo, también sabe curar, sabe rehacer las cosas. Sólo él sabe cambiar las cosas, para bien o para mal. A veces, uno tiene que dejar las cosas en sus manos.
Cuando el tiempo se junta con la distancia, a veces, las cosas salen aún peor. En ocasiones, las cosas llegan a un punto que nadie esperó nunca, uno no deseado, uno que resulta difícil para todos. Saber darse cuenta de eso es complicado, difícil.
A veces, las emociones sobrepasan todo lo esperado. Quisiera que las cosas hubiesen sido totalmente diferentes, quisiera que todo hubiese salido mejor de lo que resulto. Pero, a veces, no se puede tener lo que uno desea, tal y como uno lo quiere. Aún así, confío en el amigo Tiempo, confío en él, confío en esa capacidad de arreglar lo que esta mal y, en ocasiones, de destrozar todo con sus garras y devolver sólo retazos de recuerdos y cosas buenas del pasado.
Dios sabe cuando la gente hace las cosas de corazón, Dios sabe cuando la gente desea que todo salga bien. En este caso, sé que Dios sabe que el tiempo es un buen aliado ante el dolor. Espero que las cosas salgan bien...

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