jueves, 21 de mayo de 2009

A veces


A veces, pasa. Se escucha el zumbido y golpea de repente. Te siento a mi lado y, luego, el golpe me llena de sangre que sale disparada de tu pecho.
No entiendo a veces por qué pasa eso, no lo entiendo. Las cosas son, ¿cómo se dice?... inesperadas. Te aseguro, no lo vi venir. Es una de esas cosas que no se esperan. ¿Quién iba a decir que eso pasaría justo cuando tenía la certitud de tu calor, de tu pasión?
Ahora estas en el suelo y la vida escapa de ti a través de un agujero muy pequeño. Veo tus ojos y sólo encuentro desesperación. Tú tampoco lo esperabas, ¿verdad? No entendemos como pasa a veces. Somos dos y, ahora que te vas, tomare solo el café por la mañana. Justo cuando tenía la certitud de tu calor…
Ya puedo ver tu piel blanca aún más pálida por el susto, por el miedo, por la desesperación. Dime, ¿qué puedo hacer para que estés mejor? ¿Quieres que tome tu mano mientras mueres, mientras tu vida se apaga en esas lágrimas, en ese grito de color vinotinto que empapa mis manos? ¿Quieres eso? ¿Quieres que te vea morir? Bien, así lo haré, mi amor…
No llores, no grites… nadie te va a oír y, si eso ocurriese, sólo acelerarías tu muerte. En cambio, dime, querida mía, ¿Qué has pensado sobre tu vida? ¿Te pasa frente a los ojos cómo muchos dicen que ocurre? Sé sincera, dime que ves una luz y que ahí esta tu gato y tu abuela y aquella hija que nació muerta. Anda, háblame de la vida justo cuando estas a un paso de la muerte.
Permíteme cerrar tus ojos. Ya sabes, a veces pasa eso. Nunca sabes cómo llega pero, siempre llega. ¿Qué? ¿Qué no lo viste venir? No hables más, ya sé que fue así. A veces, las cosas no se esperan pero pasan, mi cielo. No me veas como un villano, no me lances esa mirada. Sabes que a veces eso pasa, que a veces las cosas no son como piensas o las imaginas. Yo no he tratado de dañarte. Siempre he querido que seas feliz.
Necesitabas pasión, te la dí. Necesitabas vida, también te la dí. ¿Necesitabas algo más?
Ah, te hacia falta la gran a. Bueno, lo siento. Eso es imposible para mí que sólo he venido a buscarte.
Vamos, comparte un poco conmigo, no seas arisca. Sabes que siempre serás mi gran amor. Te quiero, ¿sabes?
A veces, las cosas no salen como te lo esperas y, a veces, no lo ves llegar. Aún así, eso siempre llega. Siempre… Sobra decir que las cosas de la vida son un poco extrañas cuando sólo las observas como yo. La gente suele preocuparse demasiado por pequeñeces y no disfrutan el día a día que tienen en sus manos. Se preocupan por perseguir estrellas en el cielo o sueños cada noche en sus camas. A veces, es necesario recoger del suelo aquellas cosas que arrojamos con desden. Hay días en que las historias, las vidas, deben ser infinitas. Yo, que no tengo como limar mis asperezas, sólo tengo que dejarte morir en el suelo con esa pequeña ventana a un mundo de sueños y de estrellas y de fantasía. Espero que ese mundo sea para tí, que guarde esperanzas en tus manos y que aguarde a tu regreso cada noche.
Hay días en los que las cosas pasan sin querer y, una vez más, la oscuridad vuelve a mí. Siento cómo me cubre como una capa y siento que puedo volar hasta tocar al Erebo con mis uñas. Quiero rasgar su piel, quiero herirte, quiero lamerte, quiero robarte, quiero llevarte a mi lado hasta la Toscana y más allá. Quiero violarte de la manera más violenta que encuentre mi podrida alma. Y, por sobre todas las cosas, quiero dejarte libre para que vuelvas a mí. Porque, sabes, a veces las cosas pasan sin saber por qué y ésto no tiene razón de ser.
Ahora, duermes con tu cabellera oscura mordiendo el piso. Eso necesita el Erebo, una más que muerda el piso…

No hay comentarios:

Publicar un comentario